5 Mayo 2023

    El error es pensar que el arbitro puede cometer errores

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    Sabemos que un error es un juicio falso o una acción equivocada. Ahora bien, cuando queremos comparar o enfrentamos la rigidez del dogma con la flexible realidad, las cosas pueden tener otro sentido. Otro sentido, que también aparece cuando queremos hacer coincidir dos mundos tan separados como son el estático de la grada o el banquillo y el dinámico del terreno de juego. Juzgar quieto/parao versus juzgar en movimiento.

    Si un árbitro deja de sancionar algo que no ha visto (percibido) y que por lo tanto no ha necesitado interpretar, y en consecuencia juzga que no ha habido infracción y debe seguir el juego, ¿ha cometido un error? Si el árbitro sanciona con falta, porque interpreta infracción reglamentaria al percibir una acción de forma incompleta, ¿ha cometido un error?

    No estamos ante una temática meramente de acierto o error, estamos ante una cuestión que la trasciende y tiene que ver con la imposición del pensamiento, con el mundo del ego, de la confrontación. Lo que el observador determina es fruto de juzgar el acierto o el error en función de lo que él piensa. Si su pensamiento le da la razón al árbitro, será un acierto, si su pensamiento se la quita, será un error. Experimentar con varios observadores y comprobareis como queda lo del acierto y lo del error. Tanta relatividad debiera ser suficiente para fijar la atención en los otros actores de la competición. Por lo tanto, se hace necesario redefinir el vínculo con el árbitro, cambiar la actitud hacia la labor arbitral y adoptar, en definitiva, una versión más comprensiva.

    Para comprender su labor y empatizar con el árbitro, veamos algunas recomendaciones que pueden ayudar a calibrar tu estado, antes, durante y después de la competición:

    1.    Piensa que la perspectiva nunca es la misma: siempre juzgamos y valoramos desde posiciones y lugares que no ocupa ni puede ocupar el árbitro. El sofá o la grada proporcionan una visión y objetivan unos hechos, diferentes a los que puede alcanzar el árbitro en el terreno de juego, rodeado y al mismo nivel que los jugadores. Como observadores situados en coordenadas distintas, sería de necios discutir las decisiones y valoraciones que cada uno hace, porque responden a hechos y acontecimientos que la visión convierte en diferentes.

    2.    El error es más probable que el acierto. La dinámica del juego y la naturaleza humana no permiten tomar decisiones con certeza total. La mayoría de decisiones arbitrales responden al llamado juicio intuitivo, cuya certeza ni siquiera es del 90% y la experturía o el tiempo de desempeño de la actividad juega un papel fundamental en la aproximación al buen juicio.

    3.    Ponte en su lugar: más sensibilidad y menos desprecio. Arbitrar es consustancial a la ingratitud de tomar decisiones en las que siempre hay beneficiados y perjudicados. Ponte en su lugar y vivencia en primera persona las dificultades de la actividad. Y no olvides, que ningún profesional, en ninguna actividad y en ninguna parte, soporta de manera constante, diversa, masiva y pública, la fijación y exaltación de sus defectos y equivocaciones, suponiendo que lo sean.

    4.    La razón no está de tu parte. Chillar, insultar, menospreciar, faltar al respeto, no demuestra que tengas razón, lo único que confirma es que estás enfadado y en deporte pocas razones justifican esa situación.

    Utiliza estos argumentos para combatir tu naturaleza hostil y debatir con tu hijo/a. Te ves arbitrando un partido. Reflexiona y atrévete a elaborar tu propia argumentación, sabiendo que NO es necesario que arbitres desde la grada, ya hay alguien que lo hace en el campo.

     

     

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